domingo, 11 de marzo de 2012

El auténtico whisky marroquí

Puede parecer curioso para un país tan caluroso, pero la bebida nacional de Marruecos se sirve hirviendo y los que somos delicados hasta tenemos que esperar un rato para poder coger el vaso sin quemarnos. Sentarse en una terraza a observar el paso de la vida con un té cargado de hojas de menta es uno de los deportes nacionales de los marroquíes. Además, las calles de las ciudades tampoco se entienden sin el olor a la hierbabuena que, extendida en sacos, venden cada día las mujeres que bajan de la cordillera del Rif para ganarse la vida.

Vendedora con el sombrero típico rifeño
















Vendedora con el sombrero y el chal típico rifeño


















El té entró por primera vez en Marruecos en el siglo XIX, dentro de un regalo institucional y comercial otorgado por la realeza inglesa a las clases más altas del país. A pesar de este comienzo tan cercano en el tiempo y tan selecto, en un lugar en que el alcohol estaba prohibido pronto triunfó como la bebida social por excelencia. Para adaptarlo a su gusto le añadieron mucho azúcar y, para hacerlo más refrescante, las hojas de menta que les sobraban en las montañas. Hoy en día normalmente te lo ponen acompañado de un vaso de agua para refrigerar después de tomártelo y, en restaurantes, con azúcar aparte para que decidas si quieres hacerlo un poco más dulce aún. Además, si se sirve bien, el primer vaso se devuelve a la tetera para agitar el té y que el azúcar termine de mezclarse del todo. 

Esta lleva el traje completo: sombrero, chal y falda a rayas
















Té con un vaso de agua en el Café Astoria de Tánger


















Durante un viaje por Marruecos surgen muchas ocasiones para tomarse un vaso de té. Puede que te ofrezcan uno para regatear si quieres comprarte una alfombra en un bazar o mientras esperas si has quedado con alguien. En las comidas normalmente se toma antes, como aperitivo, o después, como postre o sobremesa. Como ellos dicen, a falta de alcohol es el auténtico whisky marroquí. Y si la oportunidad no surge, siempre queda unirse a ellos en una terraza y contemplar el panorama mientras el vaso deja de arder y la vida pasa. Ellos te lo recuerdan siempre que pueden: "prisa mata". 

Azúcar a dolor