viernes, 30 de diciembre de 2011

La aldea dormida: A Banduxu (Bandujo) por el Camín Real


Recorrido: Caranga de Baxu (El Valle) - Puente de Llaneces - Banduxu - Picu L.luguéi
Longitud: 7,6 km (ida sólo)
Desnivel acumulado: 665 m


Banduxu (Bandujo en castellano) no es un pueblo más. Por un lado está su inaccesibilidad, impropia para estar situado en la parte central de la geografía asturiana, en concreto en el concejo de Proaza. Y por otro su inconfundible silueta, dominada por la torre circular de los Tuñón y el torreón rectangular del Palacio y salpicada de hórreos y paneras en desigual estado de conservación. Su patrimonio es tal que los expertos lo consideran el ejemplo mejor conservado de aldea medieval asturiana. No en vano, es uno de los cuatro pueblos que gozan de la máxima categoría de protección oficial del Principado, la de Bien de Interés Cultural. Los otros tres son Llastres (Colunga), Os Teixóis (Taramundi) y Argul (Pesoz).

Banduxu, con la Torre a la izquierda y la Toral a la derecha
















Torre circular y Palacio de Banduxu


















En el pasado puente de diciembre nos propusimos llegar hasta la aldea medieval por la ruta más tradicional, la del ancestral Camín Real de Banduxu, que va hasta el pueblo por el sur. Esta fue su principal vía de comunicación con el exterior hasta los años noventa del siglo XX, cuando finalizó la construcción de la precaria carretera que desde Proacina llega por el norte, a través de la pequeña Sierra de Banduxu. Todavía hoy la parada de autobús de Bandujo se encuentra donde el Camín Real desemboca en la nacional AS-228, que cruza la vecina parroquia de Caranga.

Borrachinos de madroño en el Camín Real de Banduxu

















Castañas en el Camín Real de Banduxu

















Como la de tantos lugares, la historia de Banduxu está especialmente marcada por su situación geográfica. El pueblo se encuentra en el centro de un pequeño valle rodeado completamente por montañas, que forman casi un pequeño circo en cuyas laderas se encuentran dispersos los diferentes barrios que configuran la aldea. Esta relativa dificultad de acceso propició tanto su esplendor medieval como su posterior declive a partir del siglo XVIII.

Hórreo abandonado en Banduxu

















Entrada a una casa del barrio de La Molina

















Durante la Edad Media, Banduxu disfrutó de una condición privilegiada por la protección que le otorgaban las montañas, combinada con una localización ventajosa cerca de los polos de poder de la región. Dentro del sistema feudal, tenía la categoría de behetría: a diferencia de la mayoría de las poblaciones, podía elegir como señor aquél que más le conviniese en cada momento. Además, fue el origen de una de las familias más importantes de la Asturies de la época, los Álvarez de Banduxu, de quienes descendieron los Miranda y los Tuñón. Con el tiempo y los avatares de la historia, pasó a formar parte del concejo de Proaza y fue incluso su primera capital a partir del siglo XVI. Eran los tiempos del refrán que aún se recuerda en el pueblo:

«En Banduxu canta l'uxu,
en Traspieña, la rapiega 
y baxando pa Caranga, la miseria puñetera».

Barrio de la Torre y el Palacio desde el de Entelaiglesia
















Escudo de la Torre de Banduxu


















Sin embargo, los tiempos cambiaron y la protección orográfica pasó a ser más un inconveniente que una ventaja. Las montañas dificultaban las comunicaciones y esto favoreció a los pueblos de la vega de Proaza. A pesar de que la ganadería mantuvo a Banduxu en el mapa, comenzó una pérdida de habitantes que llega hasta nuestros días. La ya escasa población, unida a las dificultades geográficas, hicieron que no llegasen el agua corriente ni la electricidad hasta los años ochenta del siglo XX.

Ovejas pastando en la Sierra de Banduxu

















Hoy en día, en Banduxu quedan menos de 40 habitantes (en el año 2000 eran 51). Aun así, el boca a boca va surtiendo efecto y los lugareños están acostumbrados al goteo de visitantes. La aldea mira de reojo al turismo rural como la salida para evitar su abandono, pero la realidad es que en el pueblo ya no queda ni un solo bar. El despegue de la actividad económica requeriría una mejora en las infraestructuras que parece difícil que pueda llegar con los tiempos que corren. 

Casa abandonada

















El Palacio y la Torre desde un hórreo de La Molina

















El Camín Real de Banduxu comienza junto a la AS-228, a la altura de la parada de autobús de Bandujo y el puente de Llaneces, que cruza el Ríu Teberga. No encontramos un aparcamiento más cercano que el pequeño hueco que hay junto al cruce de la AS-228 con la AS-229, que viniendo desde Trubia está justo después de pasar por el pueblo de Caranga de Baxu (El Valle).

Aparcamiento junto al cruce de la AS-228 con la AS-229

















Árbol caído en el Camín Real de Banduxu

















Después de dejar el coche, nos faltaban unos 2 km a pie hasta el inicio del Camín Real. En todo este tramo la Senda del Oso va paralela a la AS-228, pero las dos están separadas por el Ríu Teberga. Como el primer puente que se encuentra es directamente el de Llaneces, toda esta parte tuvimos que hacerla por el arcén. Al final, al llegar a este punto hay que cruzar el puente y retroceder unos 50 metros por la Senda del Oso hasta encontrarse con el cartel que indica el inicio del Camín Real.

El Río Teverga desde el puente de Llaneces

















Inicio del Camín Real a Banduxu

















Allí comienzan unos 3 km de subida moderada. El irregular empedrado que recorrieron las distintas generaciones de habitantes de Banduxu desde al menos la época medieval estaba completamente cubierto por las hojas secas de los carbayos y castañares que envuelven el camino. Prácticamente su totalidad está siempre en sombra, lo que unido al tiempo otoñal hacía que estuviese muy húmedo y tuviera algo de peligro para el descenso. Sobre todo para los que iban en mountain bike. Un grupo que bajaba a la vez que nosotros se empeñaba en continuar en bici y se caía cada dos por tres. El mundo está lleno de valientes.

Subiendo por el Camín Real de Banduxu

















Suelo del Camín Real

















El Camín Real discurre por un pequeño desfiladero paralelo siempre al Regatu Valmoro, que nace cerca del lavaderu de la aldea y desemboca en el Teberga a la altura del puente de Llaneces. Aunque ya no le queda demasiada agua, aún le da para acompañar el camino con el murmullo de sus rápidos y para formar una cascada de unos 8 metros hacia la mitad de la ruta. En total se atraviesan siete puentes durante el Camín Real.

Desfiladero que atraviesa el Camín Real

















Uno de los puentes del Camín Real

















Antes de que se comiencen a ver las primeras casas entre los árboles, el Camín Real pasa a cruzar un pequeño collado que da acceso al valle de Banduxu. Sin salir del sendero, este se transforma primero en un camino de tierra y luego en una pista de hormigón cuando se cruza La Molina, el barrio más bajo de la aldea. Comienza la sucesión de hórreos y paneras, que son una constante en todo el pueblo y que datan en su mayoría de los siglos XVI-XVIII. Durante esta parte se tienen ya las vistas características del barrio del Palacio y de la Torre. 

Casas del barrio de La Molina













Vista típica de Banduxu





















El siguiente barrio en el camino es La Reguera, donde se atraviesa el último puente a la altura del viejo lavaderu. Encima de nuestras cabezas se encuentra ahora el barrio de La Toral, situado en una colina enfrente del promontorio donde está el núcleo principal del pueblo. Todo estaba bastante dormido y se veían más animales que personas: vacas pastando, gallinas correteando, perros campando a sus anchas, gatos durmiendo en la sombra de las paneras... El lugar transmitía la calma de quien ya hizo todo lo que correspondía y al que sólo le queda dejar pasar el tiempo. 

El antiguo lavaderu de Banduxu, utilizado hasta los ochenta

















Vaca roxa frente a la Torre de Banduxu

















En la parte más baja del promontorio está el barrio de la Torre y el Palacio. Justo debajo del tejado de la Torre de los Tuñón aún se puede observar el escudo heráldico con las armas de los Tuñón, los Álvarez de Banduxu y los Miranda, separadas por una torre con dos lanzas inclinadas. Lo más curioso es que a día de hoy es una residencia particular, que mantiene la distribución interior en cuatro pisos. Lo que sí ha cambiado es la puerta de acceso. La original se encontraba a unos 2,5 metros del suelo y hoy se ha transformado en la única ventana real de la vivienda. Por su parte, el Palacio es la residencia más señorial del pueblo. Aunque su origen está datado en torno al siglo XVI, a diferencia de la torre ha sufrido muchas modificaciones.

La antigua puerta de la Torre de Banduxu

























Los guardianes del Palacio

















A la hora de comer se apreció más movimiento en Banduxu. Algunas familias llegaban para comer con sus abuelos al pueblo. Y algunos de los pocos habitantes de mediana edad que quedan regresaban en sus todoterrenos. Como muestra de la dificultad de las comunicaciones, todos ellos tienen como vehículo o bien un todoterreno o una furgoneta. Además de ellos, no vimos muchos más elementos del siglo XXI a excepción de los carteles electorales, que anunciaban que un vecino del pueblo, curiosamente de apellido Tuñón, se presentaba por Foro Asturias.

Lugareños

















Gallina que me quita la cara cuando le saco la foto

















Subiendo hacia arriba por la pista se llega al barrio de Entelailesia. En él hay una pequeña plaza abierta a un barranco en la que se encuentran tanto la Iglesia de Santa María como un pequeño cementerio. Lamentablemente nos quedamos con las ganas de entrar a ambos. El medallón de la Virgen de la iglesia, según cuenta la leyenda, fue traído por Santo Toribio junto con las reliquias del Arca Santa que hoy están en la Catedral y contenía leche de la propia Virgen María. En cuanto al cementerio, apenas tiene cien metros cuadrados y las tumbas no tienen lápida, sino que están cubiertas solamente por tierra siguiendo una curiosa costumbre local. 

Santa María de Banduxu

















Entrada al Cementerio de Banduxu

















El último barrio de Banduxu es el de El Campal. Continuando por el camino de hormigón se cruza la ladera del Picu L.luguéi, el más alto de la Sierra de Banduxu con 1019 metros. Su nombre viene del dios celta de la luz y la tradición cuenta que era utilizado en el pueblo como referencia para la posición del sol a la hora de calcular la hora del día. Esta es zona de pastos y vimos un rebaño de ovejas cerca de la parte más alta. Aun así, la mayoría de las casas de pastoreo de la zona están deshabitadas o directamente abandonadas. Una solitaria mesa de picnic al lado del camino invita a descansar de la subida, que es realmente dura en esta zona. Para seguir a la cima del L.luguéi, hay que tomar un sendero de grava un poco antes del punto en que la pista comienza a descender hacia el exterior del valle de Banduxu. Este camino va a dar a la portilla de una finca en la que hay una pequeña casa deshabitada. Para poder llegar a la cumbre hay que saltar la alambrada, cruzar la finca y continuar por un pequeño bosque. Aunque nosotros preferimos bajar para disfrutar un poco más del pueblo, se puede alcanzar.

Banduxu desde la pista que sube al Picu L.luguéi

















La pista que va al L.luguéi










Portilla en el Picu L.luguéi
Fin de la ruta









sábado, 26 de noviembre de 2011

Viaje al norte de Marruecos

Para ser la primera vez que iba a salir de Europa no había decidido irme muy lejos. 

Y ya puestos a escoger Marruecos podría haber sido un poco más típico. Haber elegido Marrakesh y acercarme al Atlas y a las dunas de Merzouga. Pero ser típico sonaba demasiado típico. Lo lógico parecía empezar por el principio, por lo más cercano. Tánger, la encrucijada entre África y Europa, entre el Mediterráneo y el Atlántico. 

Y aún podía ir más allá. Podía descubrir qué quedaba del protectorado español en la paloma blanca de Tetuán. Y en Larache y en Alcazarquivir. Ser envuelto en el azul de Xauen, la perla del Rif. Ver el amanecer en la antigua fortaleza portuguesa de Asilah. Dejarse los pies en los caminos entre macacos del Parque Nacional de Talassemtane.  


Pero sobre todo, empaparme de la legendaria hospitalidad de los marroquíes. Ver el estrecho desde el otro lado. Despertarme a las tres de la mañana con la llamada a la oración del imán. Regatear. Saber a qué sabe un cuscús de verdad. Y un té con hierbabuena (con mucho azúcar, por favor) en el Zoco Grande de Tánger. Sentir el aroma a marihuana (perdón, kif) de los rifeños.

Pero ya habrá tiempo de recordar el viaje a paso a paso. Ya vale por hoy. Como ellos dicen, safí.

El estrecho desde el Cabo Malabata de Tánger

lunes, 10 de octubre de 2011

Atardecer en el Niemeyer (II)

El Centro Niemeyer está enclavado en una isla de la Ría de Avilés situada a la altura del casco histórico. Esta isla se ha venido a denominar a raíz del proyecto de Niemeyer como Isla de la Innovación. El motivo de esta denominación para mí es desconocido, quizá sea una muestra del lenguaje vacío pero aparente que suelen utilizar los políticos. De cualquier modo su posición hace que ocupe un lugar intermedio entre el centro de la ciudad y la industria pesada y el puerto que se encuentran al otro lado.

Ría de Avilés desde la pasarela de acero cortén

















Para acceder a la isla existen dos pasos sobre la ría. Por un lado, una pasarela de acero cortén y madera que se eleva sobre el suelo de la ciudad y sobre el agua. Por otro, el emblemático Puente de San Sebastián, que data de principios del siglo XX y tras años de abandono fue reconstruido y coloreado por el artista local Ramón Rodríguez. Un trozo del puente original se encuentra expuesto también junto a la ría.

Puente de San Sebastián
Pasarela de acero cortén hacia el Niemeyer

































Las líneas suaves y curvas del Centro Niemeyer ganan con el juego de luces y sombras del atardecer. La geometría iluminada se yergue entonces como lo que, al menos, pretende ser, la nueva referencia de la antigua ciudad industrial, en el centro de una ría que un día simbolizó el esplendor económico de toda la comarca.

Trozo del antiguo Puente de San Sebastián


Vista distorsionada de la Torre

El auditorio desde la Torre


Y la cúpula desde la Torre




domingo, 9 de octubre de 2011

Atardecer en el Niemeyer (I)

Finalmente inauguro este blog con una serie de fotos del polémico Centro Cultural Niemeyer. Espero también que sea la primera de unas cuantas dedicadas a Avilés, ciudad que me encanta fotografiar.

Centro Niemeyer desde la pasarela de acero cortén














Diseñado por el centenario arquitecto Oscar Niemeyer, el Centro tiene la intención de poner a Avilés en el mapa del turismo y de la cultura. En cuanto a lo primero, parece haber empezado a conseguirlo a tenor de las declaraciones de los hosteleros avilesinos. En cuanto a lo segundo, ahí se encuentra la raíz de la polémica. La Fundación que dirige el centro, en la que predomina el sector público, ha optado por programar lo que se ha venido a llamar "cultura espectáculo". Dos ejemplos, la exposición de fotos de Jessica Lange y el concierto de Woody Allen, que si han destacado no ha sido precisamente en esas dos facetas.

Cúpula y Torre del Niemeyer desde la pasarela de acero cortén

















La polémica ha comenzado con la decisión del nuevo consejero de Cultura del Principado de bloquear la actividad del Centro hasta lograr los apoyos suficientes para darle un nuevo enfoque. Su argumento es lo inadecuado de mantener la "cultura espectáculo" con fondos públicos. Frente a él, la opinión de 4000 manifestantes avilesinos que esgrimen el impulso que está comenzando a darle a la imagen (y los ingresos) de la ciudad. Quizá no deba tomarse el Centro como un motor cultural sino como una inversión para lograr el "efecto Guggenheim". Sin embargo para esto último lo de menos probablemente sean los contenidos: ¿cuántos turistas han venido expresamente a Avilés a pagar los 5 euros que cuesta la entrada a la exposición "Luz" de Carlos Saura? 

Centro Niemeyer desde el centro de Avilés

















La construcción del complejo arquitectónico duró algo más de dos años y tuvo un coste de 44 millones de euros. El conjunto destaca por su simplicidad y el color blanco del hormigón, que predomina tanto en los edificios como en el suelo de la plaza central abierta que configuran. No se puede decir que sea espectacular al estilo del propio Guggenheim, pero la plaza tiene un encanto sencillo, limpio, minimalista.

Auditorio desde el Centro Niemeyer

















Sin embargo, levantar la estructura no fue tan sencillo. Para la cúpula que alberga el centro de exposiciones se utilizó una vanguardista técnica que emplea una tela de PVC que se presuriza desde el interior. Mientras se mantiene la presión, se van proyectando capas de hormigón armado que se deja fraguar. Finalmente, la tela constituye la cubierta exterior y el hormigón le proporciona la resistencia. Sencillo y para toda la familia.

Cúpula para exposiciones del Centro Niemeyer

















Junto a la cúpula, en la parte central, se sitúa la torre-mirador. De mirador sólo tiene el nombre, porque con sus escasos 13 metros de altura ofrece prácticamente las mismas vistas que hay en la parte de abajo. Después de subir las escaleras en espiral se accede a un pequeño, diminuto restaurante-coctelería de precios algo más elevados. En diferentes fechas cocineros de prestigio internacional programan sus menús, con precios de en torno a 100 euros. El primero, de Arzak, de 99 euros. Desde luego este espacio tampoco está precisamente diseñado para atraer a las masas. 

Torre-mirador restaurante del Centro Niemeyer

















Finalmente, al otro lado de la torre-mirador se encuentra el auditorio del Centro. Con su mural amarillo es el encargado de aportar color al conjunto. También tiene un portón rojo en uno de los laterales que se puede levantar para hacer que el escenario dé a la plaza, de modo que esta pase a ser un auditorio al aire libre con capacidad para unas 10000 personas.

Auditorio del Centro Niemeyer